Con ocasión de mi invitación como moderador del panel relativo a los Fondos de Desarrollo, el 26 de noviembre de 2024 en el marco del Summit del Mercado de Valores de la República Dominicana, organizado por la revista Market Brief, he querido hacer algunas reflexiones sobre estos fondos y compartirlas con los lectores, esperando que este corto análisis resulte del interés del lector e incentive el uso de esta importante herramienta del mercado de valores.
En este orden de ideas, quisiera mencionar que, en el mercado de valores, los Fondos de Inversión de Desarrollo brillan no solo por su promesa de rentabilidad, sino por su capacidad de cambiar vidas y transformar comunidades enteras. Estos fondos, diseñados como vehículos de inversión colectiva, llevan el capital a donde realmente puede hacer la diferencia, es decir, a proyectos de alto impacto en materia de infraestructura, tecnología, energía, salud y educación. Con estos fondos se genera una sinergia que impulsa sectores estratégicos y deriva en cambios profundos en las economías locales.
Actualmente, la transición global hacia energías limpias o verdes y la recuperación de la infraestructura tras la pandemia ofrecen oportunidades sin precedentes para estos fondos. En el caso de Latinoamérica, rica en recursos naturales y con una población joven, se presenta un potencial de crecimiento, especialmente en sectores de tecnología y energías renovables. Sin embargo, los fondos enfrentan desafíos importantes, como la inestabilidad política y la volatilidad económica en algunos países de la región, que exigen una gestión de riesgos meticulosa y estrategias de diversificación. No obstante, esto a su vez deriva en una oportunidad extraordinaria para otros países que, como la República Dominicana, se destacan por su consistencia política y su crecimiento económico.
De hecho, la República Dominicana, en particular, se ha convertido en un terreno fértil para el florecimiento de estos fondos. Con una economía estable y una ubicación estratégica en el Caribe, el país ha captado la atención de inversores internacionales interesados en contribuir a su crecimiento y desarrollo. El turismo y la infraestructura energética, pilares de la economía dominicana, han sido dos de los grandes receptores de este tipo de inversión, que no solo aporta capital, sino que también promueve e impulsa la generación de empleos y alienta el desarrollo de las comunidades.
Los proyectos en los que invierten estos fondos normalmente se caracterizan por tener horizontes de inversión a largo plazo, lo cual implica una apuesta por el crecimiento sostenible. Aunque el riesgo implícito a estos puede ser superior al de otro tipo de inversiones bursátiles, en parte debido a las dificultades en la medición de su impacto, los beneficios que hemos podido evidenciar en operaciones de fondos fomentados y liderados por entidades como la International Finance Corporation (IFC), IDB Invest, IDB Lab y la Corporación Andina de Fomento superan ampliamente estos desafíos.
No obstante, el camino de los Fondos de Inversión de Desarrollo presenta un sinnúmero de retos que demandan una planificación estratégica y una gestión experta. El riesgo político y regulatorio, por ejemplo, se presenta como una constante en mercados emergentes. La posibilidad de cambios legislativos, la inestabilidad política y la burocracia pueden afectar la viabilidad de los proyectos. Frente a esto, la clave es fortalecer las relaciones con las autoridades locales y establecer diálogos que alineen los objetivos de los fondos con las prioridades de los países y las regiones.
Vale la pena mencionar en este corto análisis que uno de los aspectos que más desalienta a los inversionistas es la larga maduración de estos proyectos. Los Fondos de Desarrollo suelen requerir compromisos a largo plazo, lo cual puede alejar a aquellos que buscan retornos rápidos. Para contrarrestar esto, una solución es la creación de estructuras de inversión híbridas que combinen activos de alta liquidez con inversiones de largo plazo, permitiendo un equilibrio entre la necesidad de liquidez y el impacto sostenible. Además, ofrecer la posibilidad de acceso por montos más bajos y considerar mecanismos de salida escalonada, como la venta de participaciones, puede proporcionar la flexibilidad que muchos inversores buscan sin comprometer la integridad del proyecto.
Por otro lado, y tal como se discutió recientemente en la COP 16 celebrada en la ciudad de Cali, Colombia, la medición y comunicación del impacto de estos fondos es otro desafío que enfrentan. Los inversores buscan claridad y transparencia sobre el impacto social y ambiental de sus inversiones. Adoptar marcos estandarizados como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y utilizar tecnología de monitoreo en tiempo real puede facilitar esta comunicación, pues esto no solo aumenta la transparencia, sino que también genera mayor confianza en los inversores al poder visualizar los beneficios tangibles de sus aportes. Aunque esto puede afectar la rentabilidad debido a los costos implicados en la inversión en tecnología para llevar este control, resulta ser una herramienta de seguridad, confianza y control de la inversión para los participantes.
En este mismo sentido, es relevante señalar que la complejidad en la estructuración de los proyectos financiados por estos fondos es otro desafío importante. Frecuentemente, estos proyectos involucran a múltiples partes interesadas y etapas de desarrollo, lo que requiere una gestión meticulosa y el acompañamiento de expertos no solo en la estructuración e implementación de la figura mutual, sino también de auditores especializados que permitan verificar de manera permanente el cumplimiento de los compromisos de los actores intervinientes en el fondo.
Ahora bien, en la República Dominicana, para fomentar el crecimiento y uso de los Fondos de Inversión de Desarrollo y hacer de ellos un soporte de la economía, es esencial adoptar ciertas medidas estratégicas, tales como incentivos fiscales específicos para proyectos sostenibles y tecnología limpia, que atraerían a un capital privado que, de otro modo, podría dirigirse hacia inversiones de corto plazo. En esta misma vía, resulta fundamental el establecimiento de alianzas público-privadas para compartir riesgos y ampliar los recursos disponibles para los proyectos, ya que estas asociaciones permiten que los fondos tengan un alcance y viabilidad mayores, lo que se traduce en un impacto significativo en las comunidades locales.
En esencia, los Fondos de Inversión de Desarrollo representan mucho más que una oportunidad de rentabilidad. Son una herramienta de cambio que contribuye a mejorar la calidad de vida en las regiones donde operan, ofreciendo no solo un retorno financiero, sino también un retorno social y ambiental que es esencial para construir un futuro sostenible. Superar los desafíos de estos fondos requiere de políticas robustas y estrategias innovadoras que fortalezcan su papel en la economía. Con un manejo cuidadoso y un enfoque en el desarrollo sostenible, estos fondos pueden seguir convirtiéndose en un motor de transformación social y económica, de bienestar de las comunidades y de protección del medio ambiente en esta querida República Dominicana.
Por Ricardo Nates Escallón
Partner Consulting – MC Consulting